Teología de la Vida Consagrada

Participar en estos días de las jornadas de formación teológico-espiritual para la vida consagrada, ha sido una vez más, un don para poder ahondar en el tesoro de la vocación a la que hemos sido llamadas, que no es otra más que la unión íntima y profunda con el Señor, de donde brota todo apostolado. Es esta unión con el Señor lo común a toda vocación que se precie de ser verdaderamente cristiana.

Hemos podido profundizar en el misterio de la oración que, entrelazando un cántico de súplica e intercesión, va configurando nuestro corazón, para vivir como hijos amados de un Padre amante.

De manera particular, ha sido especialmente luminoso, el entender que es el Espíritu Santo el que impulsa nuestra oración y que solo pide de nuestra parte apertura, docilidad y disponibilidad para corresponder al amor de Dios en nosotros.  Esta experiencia de la oración podría resumirse con estas sencillas palabras de la Venerable Madre María Félix, Fundadora de la Compañía del Salvador y de los colegios Mater Salvatoris: Quiero conocerte, amarte con locura, con todas mis fuerzas, con toda mi pobreza, mis quiebras, con todo lo que soy, lo que deseo y sólo te deseo a ti.  (Ejercicios Espirituales 1979)

Después de hacer recientemente mi simple profesión y siendo joven (al menos en años religiosos) no ha habido mejor manera de continuar mi formación que con una “sinfonía de oración”. Ha sido una gran alegría tener la oportunidad de asistir y participar en estas Jornadas de Vida Consagrada en persona. 

Estos cuatro días, estos cuatro movimientos de oración, tuvieron un desarrollo armónico de sonido y de color. Cada taller tuvo sus propias características y, a la vez, había una armonía entre cada uno de ellos. De esta manera cada taller de oración: respiración, adoración, intercesión y belleza tuvo momentos interconectados que crearon una melodía armoniosa, formando una unión. 

Cada jornada se convirtió en un regreso a la fuente de la oración. Viajamos hacia el profundo silencio de la identidad alcanzada y abrazada sólo a través de la oración. Puede haber formas específicas de oración y maneras de expresión, pero todas se utilizan para entrar en diálogo con Él, para conversar con Dios, para orientarnos hacia Él y permanecer en Él. 

Poder participar personalmente me facilitó el poder tener conversiones cara a cara y diálogos con otras comunidades, sacerdotes y laicos. Fue una experiencia enriquecedora compartir y comprender cómo oran los otros. Cómo la oración es una experiencia única y personal y, sin embargo, es universal, para todos, en cada momento. Compartir estos talleres con la diversidad de formas de la vida consagrada me ayudó a ampliar mi comprensión de la vida consagrada pero también a saber que nuestro centro común es Cristo, somos movidos por Él, por el amor de Dios en nuestros corazones. 

Algo que resonó fuertemente para mí fue el tema de la oración de intercesión. La oración de petición e intercesión fue explicada con claridad y profunda verdad. Dios inspira mi oración de petición porque Él sabe, me ama y sabe lo que es bueno para mí. La oración de intercesión es suscitada por el Espíritu Santo que mueve nuestro deseo de interceder. A través de la oración de intercesión transmitimos a los otros una palabra de Dios, la misma vida de Dios. 

Personalmente esto resonó fuertemente en mí y durante los días siguientes he rezado sobre ellos tratando de asimilarlo, hacerlo vida.  

Después de cada jornada, pero específicamente después de éste sobre la oración de intercesión, compartimos el contenido del día con la comunidad, hablando sobre diferentes aspectos de la oración de súplica y hablando sobre cómo hacer pequeños cambios en la forma en que oramos y hacemos las peticiones. Fue un hermoso momento fraterno: tomar lo que hemos recibido en un día, compartirlo con nuestra comunidad y permitir que el Espíritu haga cambios creativos.