Juan Ramón Martínez Maurica es alumno de la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino. A continuación se puede leer su testimonio.
El hecho de que estudie en San Justino se debe a una serie de acontecimientos ocurridos en mi vida a los cuales me resisto a llamar simples casualidades. Un día, sin ninguna razón especial, se me ocurrió que tenía que estudiar la lengua árabe. Una lengua que no necesitaba, en absoluto, para el ejercicio de mi profesión como economista.
Después de algunas experiencias poco satisfactorias en centros islámicos, un día encontré en la puerta de mi parroquia de San Agustín un cartel del entonces Instituto de Filología Clásica y Oriental San Justino que anunciaba todas las lenguas que aquí se imparten, entre ellas el árabe. ¿Casualidad?
Después de algunos años de estudiar la lengua árabe en San Justino llegó el momento de dar por finalizados mis estudios. Pero en ese preciso momento ocurrió el hecho definitivo: San Justino, que hasta entonces era un Instituto de lenguas, se transformó en una facultad universitaria, dentro de la Universidad Eclesiástica San Dámaso.
Y fue dotada de una gran cantidad y riqueza de contenidos (patrología, tradiciones de la Iglesia, cristianismo, Sagrada Escritura, literatura árabe cristiana, literaturas cristianas orientales, filología,… sin olvidar la literatura griega, la literatura latina, etc, etc). ¿Otra casualidad?
El proyecto me pareció tan interesante que decidí quedarme en San Justino. Creo que tanto en esta transformación de San Justino, en un momento crucial de mis estudios, como en los acontecimientos anteriores hay que ver la mano de la Providencia.
Mi paso por San Justino me ha enriquecido personalmente de tal manera que no encuentro palabras adecuadas para expresarlo aquí. Pero en un plano más académico quisiera destacar dos cosas: en primer lugar, el contacto con los Padres de la Iglesia (que escribían en griego y en latín) y los balbuceos del cristianismo en los primeros siglos de su existencia; en segundo lugar, y por mi especialización en la lengua árabe, el contacto con la literatura árabe cristiana, muchas veces en conflicto con el islam.
En ambos casos se me han abierto dos mundos apasionantes y, hasta mi paso por San Justino, totalmente insospechados para mí, en los que pienso seguir trabajando. Gracias al Señor, a San Justino y a todos los profesores de la facultad.
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