Curso
“…una sola carne” (Gn 2,24)
El matrimonio y la sexualidad en los orígenes del cristianismo
Dr. Davide Tomaselli
Profesor Adjunto a Cátedra en la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino (UESD)
“…una sola carne” (Gn 2,24)
El matrimonio y la sexualidad en los orígenes del cristianismo
¡Cuántas veces, a lo largo de la historia, se ha mirado con cierta sospecha el cuerpo humano y, por lo tanto, también la sexualidad, tan constitutiva de este! ¿Pero, de verdad, el cuerpo y la unión entre dos esposos son como un obstáculo que hace más ardua y menos familiar su relación con Dios? ¡Y cuántas veces, en nuestra sociedad, se da también el exceso opuesto! Sin embargo, hay un culto del cuerpo y una manera de vivir la sexualidad que también son expresión de una mirada miope, incapaz de reconocer en estos aspectos un signo que habla de nuestro Creador.
En este curso ahondaremos en la propuesta de los primeros cristianos, que vivieron en un contexto en el que el cuerpo era objeto de cierto desprecio. ¿En qué consistió su originalidad? ¿A qué se debe su mirada novedosa? De este misterio inagotable, ¿qué era lo que más despertaba el asombro de los primeros Padres de la Iglesia? ¿Por qué su testimonio sigue siendo válido hoy, casi dos mil años después? A lo largo del curso intentaremos dar respuesta a estas preguntas.
Programa
1. Ante el desprecio del cuerpo, la irrupción del cristianismo
«Vio Dios todo lo que había hecho, y era muy bueno». (Gn 1,31)
Cuando se difundió el cristianismo por el Imperio Romano, la cultura dominante en la época estaba atravesada por un profundo pesimismo hacia la corporalidad y la sexualidad. Con la irrupción del cristianismo, anticipado por la revelación al pueblo de Israel, se introduce en la historia una mirada positiva hacia toda la realidad creada, corporalidad y sexualidad incluidas. Algunos cristianos subieron la influencia de la cultura dominante; la Gran Iglesia reaccionó defendiendo con fuerza la positividad del cuerpo y del acto conyugal.
2. La carne, quicio de la salvación. El testimonio de Tertuliano
«Cristo, junto con el hombre, ha amado también su nacimiento, también su carne».
(Tertuliano, La carne de Cristo)
Tertuliano fue un gran escritor africano que vivió a caballo entre el siglo II y el siglo III. Después de su conversión, dedicó todas sus energías a defender la bondad de la creación y la realidad de la encarnación de Cristo: al hacerse carne, el Verbo de Dios abraza y eleva toda nuestra humanidad, escogiendo justamente la carne para darse a conocer y así salvar el mundo. ¿Cómo se puede despreciar el proceso a través del cual nace un ser humano, si Cristo se ha hecho hombre y da la vida por todos los hombres?
3. Clemente vs. Orígenes de Alejandría: dos miradas sobre la sexualidad
«Por eso el hombre llega a ser imagen de Dios, en cuanto que el hombre coopera al nacimiento del hombre». (Clemente, El pedagogo)
En la ciudad de Alejandría, entre el siglo II y III, vivieron dos de los autores cristianos más importantes de toda la antigüedad: Clemente y Orígenes. Pertenecieron a la misma escuela teológica y, sin embargo, tuvieron hacia la realidad de la sexualidad dos miradas muy distintas. Clemente, contra los ataques de los herejes, defendió el acto conyugal y lo presentó como el necesario intento humano de colaborar con Dios Creador. Orígenes, en cambio, tuvo hacia la corporalidad y la sexualidad una mirada llena de sospecha. ¿No es acaso el autor que más influencia ha tenido en gran parte de la cristiandad posterior?
4. El banquete de Metodio: el acto conyugal en una obra sobre la virginidad
«¿Cómo podría la naturaleza generar un nuevo ser, si Dios no pusiera en él su mano?».
(Metodio, El banquete)
Hacia finales del siglo III, un obispo de Asia Menor, Metodio, escribió una obra sobre la virginidad, El banquete, retomando la obra maestra de Platón. En este escrito diez vírgenes pronuncian un discurso para alabar la virginidad. Una de ellas, sin embargo, decide centrarse en la sacralidad del acto conyugal. Nos encontramos probablemente ante las páginas más audaces y bellas de toda la literatura patrística sobre el tema en cuestión. En el misterio de la procreación, el esposo y la esposa no son los únicos protagonistas: Dios interviene y realiza el prodigio de la generación de un nuevo ser humano a través de la entrega de los esposos.

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