Edwin Arley Ome Meneses es un sacerdote colombiano de la Diócesis de Garzón – Huila y estudia primer curso de Derecho Canónico en la Universidad Eclesiástica San Dámaso (UESD). A continuación puede leerse su testimonio.
“Dios exige a cada cual algo específico…” es la primera parte, de una de las tantas respuestas que da el Papa emérito Benedicto XVI a las preguntas de Peter Seewald, en la entrevista contenida en el libro “Últimas Conversaciones”.
Esta palpable realidad del encuentro singular de Dios con cada hombre y de la cual soy testigo y percibo cada vez con más claridad en los acontecimientos de mi historia personal, me remite siempre al amor único, personal e incondicional de Dios que me ama como Padre, “Con amor eterno te he amado: por eso te he reservado mi favor” (Jr 31, 3).
Con respecto a la especificidad de la exigencia de Dios en su vida, el Papa continúa diciendo que la conciencia de que no somos señores, sino colaboradores y servidores, fue para él aparte de consoladora, muy importante para dar el paso a la ordenación presbiteral. Es la conciencia que constatamos ha guiado su entrega al servicio de Dios y de la Iglesia, como lo debe ser para todo discípulo del siervo – Maestro:
Jesús llamándoles les dice… el que quiera llegar a ser grande entre vosotros, será vuestro servidor y el que quiera ser el primero entre vosotros, será esclavo de todos, que tampoco el Hijo del hombre ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos. (Mc 10, 42 – 45).
La concreción de la exigencia de Dios, en la especificidad de lo que se me encomienda, tiene este imperativo categórico: “Vete y haz tú lo mismo” (Lc 10, 37), practicar la entrega en el servicio al prójimo, según el testimonio del buen samaritano.
Es admirable descubrir cómo el mismo Señor es quien prepara y dispone el camino para tal fin, dando la certeza que nunca abandona; “No temas que contigo estoy yo”, (Is 41, 10). formarme para servir desde la invitación y la radicalidad del Evangelio; así, es como sigo encontrando la lectura de mi historia vocacional, ahora matizada particularmente con la llegada desde la Diócesis de Garzón – Huila en Colombia, por envío de mi obispo, a la Universidad Eclesiástica San Dámaso para recibir formación en la Facultad de Derecho Canónico.
El formarme en la UESD lo considero como contexto favorable y además especial ya que en la delicada y urgente misión de enseñar de la Iglesia tiene valor inmenso, la razón de ser y actuar de las universidades y facultades eclesiásticas en cuanto tienen como deber anunciar la verdad revelada, concretándose su misión en la investigación de las disciplinas sagradas o de aquellas otras relacionadas con estas… (Cf. CIC. c. 815).
Así desde luego la UESD dispone el espacio de profundización en la sana, rica y profunda doctrina de la Iglesia, y también con equilibrio y fundamento trata realidades actuales que exigen preparación sólida y clara, para asumir los grandes retos que se plantean a la evangelización en la cultura actual.
Nuestro centro formativo comprometido con esta ardua tarea quiere hacer eficaces Comunicadores de la palabra de la Verdad, (Veritatis Verbum Communicantes), lo que nos exige formar la razón desde la experiencia fundante de la fe, que en su esencia más profunda es ser comunicadores del mismo logos encarnado, Jesucristo Nuestro Señor, la Palabra hecha carne, que ha venido para que tengamos vida en abundancia, (Cf. Jn 1, 14; 10, 10), y atentos a la recomendación del apóstol Pedro: “En vuestros corazones siempre dispuestos a dar respuesta a todo el que os pida razón de vuestra esperanza” (1 Pe 3, 15).
El aspecto que destaco y resalto de la Facultad de Derecho Canónico, en la licenciatura, es el enfoque mismo en que se interpreta la razón de ser del derecho de la Iglesia y el hecho de que la investigación y aplicación del mismo se adelante según la Tradición viva de la Iglesia, además veo como eje trasversal en el conjunto de la enseñanza que recibo, lo que nos recuerda el papa Francisco en su mensaje con motivo del centenario del código de derecho canónico de 1917 (06/10/2017):
(…) retorna con fuerza la invitación de Benedicto XVI en su Carta a los seminaristas, pero válida para todos los fieles: ” aprended a comprender y -me atrevo a decir- a amar el derecho canónico por su necesidad intrínseca y por su aplicación práctica: una sociedad sin derecho sería una sociedad carente de derechos. El derecho es una condición del amor. “(18 de octubre de 2010). Nulla est charitas sine iustitia.
Por otra parte el compartir, debatir y ser partícipe del itinerario formativo junto a hermanos y hermanas provenientes de diversos lugares, países, tradiciones, etc hace enriquecedor y fructífero el aprendizaje, junto a la sólida preparación y experiencia de los profesores. Todo ello da consistencia no sólo a la dimensión intelectual, sino también al ámbito humano – comunitario y por supuesto al espiritual y pastoral.
Es la experiencia de descubrir con asombro la universalidad de la Iglesia, y su preocupación por servir a todos a la altura de las circunstancias, según las exigencias de los signos de los tiempos, es la experiencia de contemplar a la Iglesia desde ésta óptica concreta, que sigue buscando llegar a todo hombre y mujer, siempre con el lenguaje del amor en la verdad, la caridad y la justicia desde lo especifico que Dios como Padre exige a cada uno de sus hijos.
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