El Instituto Superior de Ciencias Religiosas San Isidoro y San Leandro de la Archidiócesis de Sevilla fue erigido por la Congregación para la Educación Católica hace siete años bajo el patrocinio de la Facultad de Teología de la UESD a petición de su arzobispo, Mons. Juan José Asenjo Pelegrina
Cuando llegué a la Archidiócesis hace casi nueve años, me sorprendió el hecho de que una Iglesia como la de Sevilla, tan rica en historia y con tantas posibilidades de todo género, no tuviera un Instituto Superior de Ciencias Religiosas de rango universitario dedicado a la formación específica del laicado, de la vida consagrada y de los candidatos al diaconado permanente.
Os confieso que asumí este reto como una verdadera prioridad. Hablo de reto porque era totalmente consciente de las dificultades que ello entrañaría. Unos meses antes de mi toma de posesión, la Congregación para la Educación Católica había publicado una Instrucción sobre los Institutos Superiores de Ciencias Religiosas, en la que se endurecían las condiciones que debían cumplir los institutos ya erigidos, cerrando prácticamente las puertas a la creación de otros nuevos.
Aun así, creí que era mi deber intentar su creación, para lo que solicité el patrocinio de la Universidad Eclesiástica San Dámaso de Madrid, a cuya Facultad de Teología pretendíamos adscribirnos. A partir de este momento, don Antonio Bueno, sacerdote diocesano, doctor en Teología patrística, primer y único director del Instituto, trabajó concienzudamente hasta alcanzar la concesión, por parte de la Congregación Católica, del decreto de erección.
Efectivamente, a lo largo de los siete años de historia del Instituto se ha hecho un trabajo ingente. Han sido muchas las personas que han colaborado y sin las cuales habría sido imposible llevar a buen puerto este proyecto. Destaco la entrega inteligente y entusiasta del Director, don Antonio Bueno. Su dedicación y esfuerzo, con la colaboración del claustro y del personal no docente, ha establecido las bases del presente y el futuro del Instituto, que en estos momentos, tanto en nuestra Archidiócesis como en España, es una institución académica de referencia por la seriedad de su funcionamiento, la calidad de la docencia y de la formación que imparte y su capacidad investigadora.
Todo esto se refleja en la composición de nuestro claustro. De los 36 profesores actuales, 18 son doctores en Filosofía o Teología, mientras que los 18 profesores restantes son licenciados en Teología, Filosofía, Lenguas Modernas y distintas Ciencias Humanas como Pedagogía, Psicología, Historia o Sociología. Para cumplir el fin del Instituto contamos con un edificio moderno y funcional. Contamos también con el servicio importante que presta la biblioteca, muy bien gestionada por el Centro de Estudios Teológicos, que actualmente cuenta con un depósito de más de 70.000 volúmenes. Así se explica la confianza que han puesto en nosotros los más de 300 alumnos actuales, que hace que nuestro Instituto esté entre los primeros de España en número de matrículas.
Por otra parte, en el plano diocesano estamos alcanzando uno de los objetivos fundacionales prioritarios: que el Instituto vertebre y coordine la formación del laicado de nuestra Archidiócesis, tarea imponente en la que están colaborando de forma destacada muchas delegaciones diocesanas, movimientos y asociaciones. Todo ello, con un claro objetivo: desde la comunión estrecha y cordial con la Iglesia y su Magisterio perenne, brindar a los laicos una buena formación desde la comunión, pues ambas realidades tienen que ir de la mano. Auguro al Instituto, y así se lo pido al Señor, un futuro prometedor en su misión de universalizar la formación teológica de los laicos, de manera que puedan dar razón de su fe y de su esperanza en la sociedad que nos ha tocado vivir (1 Ped 3,15).
+ Juan José Asenjo Pelegrina
Arzobispo de Sevilla