El 16 de mayo de 2019, José María Magaz, profesor catedrático de Historia de la Iglesia de la Facultad de Teología, pronunció su Ultima lectio titulada “No se turbe vuestro corazón ni se acobarde (Jn 14,27). San Bernardo y la nueva milicia”, ante el claustro y los alumnos de la facultad y el personal de la UESD. El prof. Magaz llegó a San Dámaso hace 32 años, al entonces Centro de Estudios Teológicos, que luego pasaría a ser Facultad de Teología y posteriormente Universidad. Ofrecemos una breve entrevista.
¿Cómo llegó a San Dámaso?
Llegué a San Dámaso hacia 1986 como profesor a impartir algún seminario. Recuerdo que algunos versaban sobre la Iglesia española del siglo XIX, como la desamortización o los partidos políticos confesionales. Había defendido recientemente mi tesis doctoral, era coadjutor y podía dar algunas clases. Me invitó el entonces director del centro D. Antonio Cañizares, actual arzobispo de Valencia.
A lo largo de sus años como profesor, ¿qué es lo que más le ha gustado enseñar?
Comencé dando Historia moderna y contemporánea en el Instituto Superior de Ciencias Religiosas. Más adelante se añadió la época antigua y medieval. Pocos años después pasé a dar Historia antigua y medieval en la Facultad de Teología. Aquí impartí también Arte paleocristiano. No hace muchos años expliqué Historia de la Iglesia española antigua e Historia de la catequesis en el entonces bienio de catequética, ahora de evangelización y catequesis. Esta última asignatura y la historia medieval están entre mis temas preferidos, aunque disfruto mucho dando la historia antigua.
Y su etapa como Secretario General de San Dámaso, ¿cómo la recuerda?
Fui Secretario General entre los años 2003 y 2012, primero de la Facultad de Teología y del Instituto Superior de Ciencias Religiosas, y desde que se crearon, de las facultades de Derecho Canónico, de Literatura Cristiana y Clásica San Justino y de Filosofía. Fueron unas circunstancias especiales porque seguí todo el proceso en el que se crearon las nuevas facultades además de la nueva erección del Instituto Superior de Ciencias Religiosas con la sección a distancia. Y todo ello convertido en la Universidad San Dámaso. El trabajo era apasionante, intenso, y no exento de dificultades ya que había que redactar muchos estatutos y adecuar las instalaciones a las nuevas facultades.
¿Qué cambios destacaría desde su llegada a San Dámaso, hace más de tres décadas?
El paso de ser Facultad de Teología, con el Instituto Superior de Ciencias Religiosas, a ser una Universidad fue complejo, pero lo llevamos a cabo teniendo presente el modelo de la Facultad de Teología, de la que ya teníamos experiencia. No quiero olvidar que todo este trabajo lo realizábamos de común acuerdo con el entonces decano de Teología, Pablo Domínguez Prieto, al que recuerdo agradecido. Los cambios académicos vividos en San Dámaso no han sido tantos, ya que se ha mantenido siempre la estructura, el ambiente, y el ánimo que da el hecho de proceder de los seminarios de Madrid, de Alcalá, Getafe y Redemptoris Mater aportando un estilo de vida que todavía se mantiene.
¿Recuerda algún momento especialmente?
Momentos alegres ha habido muchos y todos ellos relacionados con la experiencia de dar la clase a unos alumnos que se están preparando para servir a la Iglesia en muchos ámbitos. Uno siente una cierta responsabilidad al comprobar que durante muchos años y a muchos alumnos les he transmitido una imagen de la historia de la Iglesia, que siempre he procurado fuera lo más positiva posible, incluso en aquellos temas de los que nuestra historia no está muy orgullosa.
¿Qué cree que echará más de menos de San Dámaso?
Echaré de menos las clases, a los alumnos, a los profesores y al personal de los diversos servicios con los que trabajé muy intensamente en los años que fui secretario. En un momento de transformación de la institución, la tarea no se hubiera llevado a cabo sin la colaboración, dedicación y paciencia de muchos de ellos. Muchas gracias a todos.