María Amalia Marcos Aparicio es alumna de la Facultad de Literatura Cristiana y Clásica San Justino. En los meses de junio y julio de 2019 realizó prácticas en el Archivo del Orden Carmelitano (Roma, Italia) gracias a una beca Erasmus +. A continuación se puede leer su testimonio.
Cuando decidí solicitar la beca de Prácticas Erasmus + no era del todo consciente de todo lo que habría de venir detrás de este inocente “sí”. Lo que en un principio parecía la oportunidad de mis sueños, comenzó a darme miedo a medida que se acercaba la hora de partir.
Los primeros días fueron durillos, sobre todo porque era la primera vez que iba a estar viviendo tanto tiempo sola fuera de casa. No obstante, enseguida me encontré a gusto. Fue Roma en sí misma la que obró este milagro.
Era todo tan maravilloso mirara donde mirara que me decía “en una ciudad así es imposible estar triste”. Aunque me despertara con pena o desanimada, en cuanto salía a la calle volvía a caer en la cuenta de que había mil cosas por descubrir y recuperaba la alegría.
En lo que a las prácticas respecta, he podido observar también una evolución muy grande. Me llevé un susto muy grande al descubrir la labor que se me pedía que hiciera: leer documentos de los carmelitas que databan del S. XV-XVII e ir haciendo una ficha de catalogación de cada uno de ellos.
Jamás había leído manuscritos tan antiguos, con caligrafías tan complicadas y en un estado tan deteriorado. Pero, poco a poco, mis ojos se fueron haciendo a esos folios tan viejos y conseguí ir leyendo con un poco menos de dificultad lo que en ellos estaba escrito.
Por otro lado, la archivera y el Padre Mario, simpatiquísimos, han estado siempre disponibles para contestar a cualquiera de mis dudas y gracias a ellos he aprendido muchas cosas, no solo de paleografía, sino también del funcionamiento interno del orden carmelitano.
No me puedo olvidar del italiano. Si bien es cierto que había aprendido esta lengua antes de marchar a Roma, no fue del todo fácil ponerla en práctica al inicio. Sin embargo, creo que es fundamental dejar la vergüenza e intentar hablar en la medida de nuestras posibilidades. Es la mejor manera de perder el miedo y de aprender de nuestros errores.
Gracias a las pausas que hacíamos para tomar el café he podido poner en práctica lo aprendido e ir puliendo el manejo de la lengua, por lo que considero que he progresado muchísimo. Han sido también los paseos por la ciudad, las visitas turísticas (muchas en italiano) y el día a día en Roma los que han contribuido a sumergirme por completo en la lengua y costumbres italianas.
Por último, quiero referirme también al aspecto humano y personal de esta experiencia. Sin duda alguna, no vuelve la misma persona que se fue hace dos meses. Cada día ha supuesto para mí un pasito más en el camino de la madurez.
Vivir sola dos meses te obliga a cuidar de ti misma, a poner solución a los problemas, a tomar decisiones, a pararte a pensar en detalles que antes pasaban desapercibidos. Aunque duro, ha sido un camino bonito.
Por ello, solo puedo dar las gracias a todos los que me han animado a realizar estas prácticas, así como a todas las personas que han colaborado para que todo esto fuera posible. Asimismo, no puedo dejar de animar a todo estudiante a optar por esta experiencia. Estoy segura de que todo el que se lance a esta aventura saldrá sumamente beneficiado.
—