“Una Iglesia que quiere ser samaritana y profética a través de la conversión pastoral”. (Sínodo de la Amazonía)
«Agradecemos a Dios como discípulos misioneros porque la mayoría de los latinoamericanos y caribeños están bautizados. La providencia de Dios nos ha confiado el precioso patrimonio de la pertenencia a la Iglesia por el don del bautismo que nos ha hecho miembros del Cuerpo de Cristo, pueblo de Dios peregrino en tierras americanas, desde hace más de quinientos años. Alienta nuestra esperanza la multitud de nuestros niños, los ideales de nuestros jóvenes y el heroísmo de muchas de nuestras familias que, a pesar de las crecientes dificultades, siguen siendo fieles al amor. Agradecemos a Dios la religiosidad de nuestros pueblos, que resplandece en la devoción al Cristo sufriente y a su Madre bendita, en la veneración a los Santos con sus fiestas patronales, en el amor al Papa y a los demás pastores, en el amor a la Iglesia universal como gran familia de Dios que nunca puede ni debe dejar solos o en la miseria a sus propios hijos», (DAp 127).
Con este significativo numeral el documento final de la V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe en (Aparecida, Brasil, mayo 2007) podemos decir, se recoge a manera de resumen, aquellos junto con todas sus circunstancias a los que en primer plano se dirige el sínodo celebrado en el Vaticano (6-27 octubre 2019), digo en primer plano porque cuando el sínodo de los obispos se reúne en asamblea especial trata asuntos que se refieren principalmente a aquellas regiones para las que ha sido convocado (cf. c. 346 § 3 CIC) como es en este caso, sin embargo atendiendo a las palabras de San Pablo no hemos de desconocer que lo que sufre un miembro lo sufre el cuerpo entero de la Iglesia, no podemos ser indiferentes; «si sufre un miembro, todos los demás sufren con él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo» (1 Co 12, 26).
El texto que arriba hemos citado del documento de Aparecida, como vemos en su parte final, subraya el que la Iglesia— ni puede ni debe dejar solos en la miseria a sus propios hijos, y por otro lado la invitación final de la parábola del buen samaritano en la que Jesús con tono contundente dice al legista: «Vete y haz tu lo mismo» (Lc 10, 37), son ecos que se dirigen todos los días con fuerza a cada cristiano. Ciertamente el acompañar de la Iglesia tan concreto como puede ser desde la experiencia de un sínodo que fomenta la unión estrecha y la colaboración entre el Papa y los obispos informando sobre lo que se refiere a la vida de la Iglesia y a su actividad en el mundo, en este caso de la región de la Amazonía, se espera la búsqueda de la verdad y del bien ya que ésta es la finalidad de cualquier órgano colegial en la Iglesia. El N° 5 del Instrumentum laboris para esta asamblea sinodal señala que se presentan desafíos y esperanzas de una Iglesia que quiere ser samaritana y profética a través de una conversión pastoral, realidad que parece obvia pero es bueno recordarla, sólo tiene sentido desde esta base capital, fundante y experiencial: «Jesucristo es la plenitud de la revelación para todos los pueblos y el centro fundamental de referencia para discernir los valores y las diferencias de todas las culturas, incluidas las indígenas. Por ello el mayor tesoro que les podemos ofrecer es que lleguen al encuentro con Jesucristo resucitado nuestro Salvador» (DAp 95).
Por ello la conversión pastoral, que hemos de decir, parte de la atención a las mociones del Espíritu Santo, requiere fundamentalmente «que las comunidades eclesiales sean comunidades de discípulos misioneros en torno a Jesucristo maestro y pastor. De allí nace la actitud de apertura, de dialogo y de disponibilidad para promover la corresponsabilidad y participación efectiva de todos los fieles en la vida de las comunidades cristianas. Hoy más que nunca el testimonio de comunión eclesial y la santidad son una urgencia pastoral» (DAp 368). Urge una conversión pastoral es verdad, pero siendo ella misma toda eficaz buscando la salvación de las almas, teniendo a Jesucristo como centro, maestro y pastor. La renovación del mundo, la mejora de las estructuras, el posibilitar la llamada— ecología integral, reclama fundamentalmente empezar por nosotros mismos dejando actuar a Cristo en lo más profundo de nuestras propias miserias. Ello entre otras muchas cosas requiere, rechazar contundentemente una caricatura de la libertad; la caricatura de la libertad de la destrucción interior y espiritual; necesitamos aprender a vivir a partir de nuestra interioridad, de aprender a reconocernos como criaturas y a conservar en sí mismos la interior pureza de la dimensión de criatura, lo que ya el entonces cardenal Joseph Ratzinger definía como— ecología del espíritu. Mientras el mundo quiere arremeter con pasión muy comprensible y justificada contra la contaminación del medio ambiente, pero trata la autocontaminación espiritual del hombre como si fuera uno de sus derechos a la libertad, el cristiano ha de levantar su voz para testigo de la Verdad, que se nos ha hecho camino para que por ella avancemos y que es la vida (cf. Jn 14,).
Oremos para que todo lo dicho respecto de la preparación de este sínodo (documento preparatorio) en cuanto a sus fortalezas y debilidades, en la realización del mismo, esta asamblea se deje iluminar por la auténtica luz que viene de lo Alto, revitalizando la Iglesia no sólo en este punto de la geografía, sino en todos los lugares donde anuncia la Buena Nueva del Evangelio.
Edwin Arley Ome Meneses
Sacerdote colombiano
Estudiante de Derecho Canónico en la UESD