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Soy Luis Gutiérrez, seminarista de la diócesis de Ibarra, en Ecuador. Cuando mi obispo me propuso la posibilidad de estudiar en Madrid no lo podía creer. En mi mente pensaba que otros podrían aprovechar mejor esta oportunidad. Sin embargo la propuesta fue acogida como una llamada y un envío: con gran entusiasmo y responsabilidad.

Al llegar al Seminario Conciliar de Madrid la acogida fue muy fraterna. En la Universidad, la primera persona con la que tuve que hablar fue Pilar, una mujer que me explicó todo lo que tenía que hacer para formalizar la matrícula, lo hizo de un modo muy paciente y cercano.

Un detalle que me pareció interesante es el número y la variedad de alumnos en las clases. Muchos son seminaristas, de entre ellos no son pocos los que provienen, como yo, de otros países, y también de distintas partes de España; quienes no son seminaristas son religiosos, religiosas y laicos consagrados, cuya presencia nos hace reconocer en la realidad de la universidad la diversidad de dones y carismas de la Iglesia.

Luego estaban los laicos, que siendo de edades tan dispares, entre todos, personalmente, me han dado un testimonio de sacrificio y dedicación al estudio y formación teológica, ya que muchos de ellos, aparte de estudiar trabajan, tienen una familia a la cual atender, y, tengo que decirlo, muchas veces son los laicos los que más participan y preguntan durante las clases, son los que más se acercan a las tutorías con los profesores. Tenemos mucho que aprender de los laicos, además, creo que las clases no serían lo mismo si su presencia faltase.

Aprovecho para recomendar a los alumnos que no dejen de participar, de preguntar durante las clases, ya que la resolución de estas interrogantes puede ayudar mucho a entender el tema en cuestión. Teniendo la riqueza de contar con la presencia de alumnos provenientes de realidades tan diferentes puede ser ocasión de enriquecimiento para todos.

Además de las clases, personalmente, las conferencias y encuentros que organiza la Universidad a los que pude asistir me resultaron muy educativos. Me ayudaron a entender que la fe toca todas las dimensiones de la persona, que es razonable, que no se desentiende de la realidad, más aún, la toca y la transforma.

Ahora que he vuelto a mi diócesis, debo decir que haber estudiado en San Dámaso me ha dado la capacidad de reconocer la Iglesia que quiere caminar en todos los confines humanos y geográficos de la Tierra, es decir, que no me ha hecho desentenderme de la realidad del pueblo al que pertenezco y más aún, me hace tener en mente que Cristo desea ser anunciado en estos mismos confines.

No puedo terminar este testimonio sin antes agradecer al rector y a los profesores de esta Universidad por su labor educativa y su testimonio de dedicación, libertad y obediencia. Además de agradecer por la ayuda académica que la universidad brinda al Seminario Diocesano “Nuestra Señora de la Esperanza” en la diócesis de Ibarra.

Opiniones y testimonios sobre la U.E. San Dámaso

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