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La parroquia ha sido y continúa siendo una estructura eclesial privilegiada para llevar adelante la misión evangelizadora de la Iglesia. Vinculada orgánicamente a la Iglesia diocesana, presidida por un pastor enviado por el obispo y sujeta a las realidades que le procura el territorio en el que se halla inserta, la parroquia sigue siendo el modo ordinario en que la comunión eclesial se visibiliza ante la sociedad. El papa Francisco, en el documento programático de su pontificado Evangelli gaudium, afirma que «la parroquia no es una estructura caduca. Precisamente porque tiene una gran plasticidad, puede tomar formas muy diversas que requieren la docilidad y creatividad misionera del pastor y de la comunidad» (nº 28). No cabe duda de que la renovación misionera de la parroquia exige de las comunidades cristianas que las sustentan, con sus pastores al frente, un cambio radical de perspectiva. Como dice el papa Francisco, han de pensar más en cómo convertirse en un cauce adecuado para la evangelización que en cómo autopreservarse (cf. EG 27).