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Si hace veinte años me hubieran dicho que mi destino era el proyecto más grande y noble que un hombre puede tener, anunciar a Jesucristo y formar parte de su Iglesia, no me lo hubiese imaginado. Pero, como suele decirse: “si quieres hacer reír a Dios cuéntale tus planes”. El anuncio de unas catequesis para adultos en una parroquia de mi ciudad me abrió la puerta a la Iglesia, aquella que yo abandoné en edad temprana. El encuentro con el Misterio, me hizo tener más sed de Él, y es aquí dónde decidí, para profundizar más en la fe, estudiar Ciencias Regiosas (CCRR).

Mi experiencia al acabar la diplomatura en 2016 no pasa solo por haber adquirido formación, va más allá: descubrir mi vocación a la santidad como laico en la Iglesia y en el mundo (cf. Christifideles Laici 17). Y poder también, dar respuesta a quién pida razón de mi esperanza (1P 3,15 ). En esta nueva etapa de la Licenciatura no quiero dejar pasar por alto, lejos de halagos, mi respeto y admiración por el profesorado. Su ortodoxia en el estudio y el rigor académico han ido acompañados de su comprensión y cercanía en el seguimiento de las tutorías.

En esta maravillosa aventura, mi esposa me ha acompañado siempre, enriqueciéndonos en el matrimonio. Hoy estamos integrados en la parroquia de San Antonio Abad de Cartagena, donde juntos damos catequesis de confirmación a jóvenes y también servimos en la liturgia. Ahí he desarrollado todo lo aprendido.

Un profesor me dijo: “Cuidado con calentar la cabeza y enfriar el corazón”. Hoy puedo decir que estudiar CCRR fue una gracia y una iluminación del Espíritu Santo, pues me han hecho sentir parte de la Iglesia, amarla más, y sobre todo conocer un poco más a quien me ama y dio a su Hijo Jesucristo por nuestra salvación.

Desde aquí invito a todos a plantearse realizar estudios teológicos como forma de conocimiento, de compromiso en la Iglesia y de un mayor y mejor acercamiento a Dios.

Ramón Salvador López,
alumno de la extensión de Cartagena 

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