Alain es estudiante de quinto curso en la Facultad de Filosofía de la Universidad San Dámaso. A continuación comparte su testimonio sobre la visita del Papa Francisco a República Democrática del Congo.
La República Democrática del Congo es un país laico, pero con mayoría cristiana. Cuenta con una población estimada de al menos a cien millones de habitantes, de la que al menos un 80% son cristianos, y casi un 50% (47 a 50 millones) católicos.
El país cuenta 6 arzobispados y 42 diócesis. Salvo los arzobispados y algunas diócesis, la mayoría de diócesis son rurales. Los curas de las diócesis rurales recorren las comunidades en coche o en moto pero a menudo andando para visitar a estos pueblos y celebrar los sacramentos. En algunas de estas comunidades, cuando ha llegado el sacerdote, se vive el ecumenismo. Es decir, que los feligreses y sus pastores de todas las demás iglesias cristianas que están en comunión con la nuestra y presentes en el pueblo participan en la Misa. Es una verdadera fiesta.
En cuanto a las celebraciones eucarísticas, cada día en las parroquias en las que hay sacerdotes, se celebra la Misa diaria por el rito romano. El domingo la Misa se celebra en el rito zaireño (congoleño). La participación es activa, la alegría es grande y se danza cuando se puede.
Sobre el rito zaireño (congoleño) de la Misa, recordemos que existe desde los años 1988. El Cardenal de la época, Joseph Albert Malula, luchó por la inculturación del Evangelio junto con la Conferencia Episcopal Zaireña. La Santa Sede, a través de la Congregación para el Culto Divino, dio su Nihil obstat y lo aprobó el 30 de abril de 1988. Desde entonces la República Democrática del Congo es el único país en África a quien la Santa Sede permitió algo así.
Toda la zona de África central, del Este y del Oeste está poco a poco celebrando la Misa siguiendo este rito zaireño. Era una gran alegría tener este rito. El “rito zaireño” (estrictamente hablando, el Misal romano para las diócesis del Zaire) tiene de particular que insiste mucho sobre la participación activa de toda la asamblea con gestos, movimientos, danza al ritmo de tambores y de los demás instrumentos de música en la Misa, incluso el diálogo entre ella y el celebrante.
Cuando el papa Juan Pablo II llegó a Congo hace 38 años, lo esperaban con ganas de verlo celebrar la Misa en este rito. Desafortunadamente no lo hizo. Fue el papa Francisco quien lo hizo por primera vez celebrando una Misa en el rito zaireño en la Basílica de los santos Pedro y Pablo en Vaticano el 1 de diciembre de 2019 y por segunda vez en la capital congoleña Kinshasa el 1 de febrero de 2023 pronunciando algunas palabras en Lingala, una de las cuatro lenguas nacionales del país. La Iglesia católica del Congo es muy fuerte y es la referencia en África. Por eso el papa Francisco no ha dudado en decir a los obispos reunidos que la Iglesia católica congoleña es el pulmón de la iglesia universal.
Yo soy de una diócesis rural. Y la fe se vive intensamente de varias maneras: Por la práctica de sacramentos, las adoraciones, el santo Rosario con la devoción mariana y las obras caritativas. Siendo una diócesis rural que pertenece a la provincia eclesiástica de Kinshasa, mi diócesis desarrolla su pastoral en varios pueblos. El Estado o el gobierno están ausentes o inexistentes en algunos sitios, y la Iglesia tiene que construir escuelas, centros nutricionales, orfanatos y centros de salud. Y a veces realizar el mantenimiento de carreteras para facilitar el acceso en coche, en moto o andando. Además hay grupos apostólicos como la PEJ (Pastorale des Enfants et des Jeunes) que está compuesta de muchos grupos de formación espiritual, humana, social y religiosa para niños y jóvenes. También están presentes la Legio Mariae, la Hermandad del Santo Rosario, los amigos de la Cruz, la Renovación carismática, la Familia Cristiana, etc.
De la visita del Papa, todos los congoleños esperábamos muchas cosas. Como sabemos, mi país es lugar de muchas atrocidades y de guerras sobre todo al este del país. El país no conoce ni prosperidad (a pesar de sus múltiples potencialidades del sol y del subsuelo), ni paz, ni justicia.
Todo congoleño esperaba con la visita del Papa recibir bendiciones y ver abrirse un nuevo camino hacia la paz, la justicia y la prosperidad en el país. Esperamos que después de su visita, muchas cosas cambien porque vino con un mensaje de reconciliación, de consolación y de esperanza.
En sus distintos discursos, el Santo Padre se ha dirigido a todo el mundo con palabras muy fuertes. A las autoridades civiles y políticos, denunciando el colonialismo económico, la corrupción, las luchas tribales, el fratricidio y la falta de una democracia real. A los que financian y practican la guerra y la violencia, el Santo Padre les llamó a escuchar la voz de su conciencia después de escuchar a las víctimas de la guerra y los conflictos armados al este del país.
A más de cien mil jóvenes, el Papa les pidió rechazar la corrupción, no desanimarse y no dejarse robar la esperanza por los “vendedores de sueños” a fin de participar en la construcción de un mundo más humano. A los sacerdotes, religiosos, religiosas, diáconos y seminaristas, el Sucesor de Pedro los animó a ofrecerse como testigos del amor de Dios en medio de todos estos sufrimientos en un país en el que casi la mitad de la población es católica y la Iglesia, como lo he señalado anteriormente, sustituye al Estado en varios sectores.
A todos los capitalistas del país como del mundo que se enriquecen vergonzosamente detrás de la guerra injusta al este de mi país les dijo el Papa: “Retirad vuestras manos del Congo. Hay que acabar con el colonialismo económico. Retirad vuestras manos de África. Dejad de asfixiar a África, no es meramente una mina que hay que explotar”. Estas palabras han llegado al mundo entero.
También con esta visita papal mucha gente más allá de las fronteras de África ha tenido un ratito su atención fijada en la República Democrática del Congo, pequeño país en el corazón de África con una superficie casi igual que la de toda la Europa occidental y un gran contraste entre su escándalo geológico y la pobreza de la población. Ha mostrado también a mucha gente cómo es la celebración de la Misa en el rito zaireño. Con pocas palabras, esperamos que algo se mejore.
En San Dámaso, nuestra alma mater, estoy estudiando filosofía. Estoy en el quinto curso. Estuve en contacto permanente con amigos, familiares y sacerdotes de mi diócesis durante la visita del Papa Francisco a mi país. Ellos me comentaban todos los eventos, normales e inusuales, enviándome fotos y vídeos y todos los textos de los discursos del Papa.
Casi todo el mundo estuvo contento de su visita. El día de su llegada a la capital congoleña, la movilización fue general. Los feligreses de todas confesiones religiosas estuvieron presentes para recibir al Santo Padre en el aeropuerto internacional de Ndjili y en todo su traslado hasta el palacio de la nación, algo como 26 kilómetros.
Los discursos del Papa siguen comentándose y analizándose en la televisión, la radio, en las familias e incluso en las calles. Una enseñanza dirigida a todo el mundo según su estado social, con imágenes muy fuertes de diamantes, de dedos de la mano, de la palmera y del bosque que han sido un símbolo muy rico que invita a la cohesión nacional para el dinamismo de la Iglesia y el bien del país. Porque ha interpelado la conciencia de cada congoleño y de los extranjeros partidarios de la guerra, la violencia y el colonialismo económico. Un día el Congo de Lumumba será un país próspero y poderoso en el que reinarán la justicia, la paz y una democracia real.
Alain Muswale