Caridad, virtudes y mandamientos
El jueves 10 de abril se celebró la jornada académica “Caridad, virtudes y mandamientos”, organizada por el Departamento de Moral, que fue presentada por el Decano de la Facultad de Teología, Ignacio Carbajosa.

Juan de Dios Larrú, Director del Departamento organizador, apuntó que en el dinamismo de la acción se integran naturaleza y cultura, que nos insta a profundizar en la originalidad de la racionalidad práctica. También resaltó el vínculo entre persona y naturaleza, que invita a adentrarse en el dinamismo dramático de la libertad. El profesor Larrú señaló:
“racionalidad práctica y libertad son términos que la modernidad ha pensado de un modo diferente respecto al pensamiento antiguo y medieval, basculando de un planteamiento centrado en las virtudes a una perspectiva centrada en la ley, lo que ha afectado al modo de comprender el puesto de la caridad en la vida cristiana”. En estos momentos, afirmó, nos encontramos en el ocaso de la modernidad.

La primera ponencia, titulada El dinamismo de las virtudes y su papel en el nexo caridad-mandamientos, fue impartida por Marco Panero, de la Pontificia Universidad Salesiana en Roma. Comenzó analizando el papel de las virtudes para alcanzar una vida buena. En primer lugar, la percepción e interpretación de la realidad moral, pues “quien posee virtudes bien formadas es particularmente sensible al bien y por ello puede percibir la importancia ética de las situaciones en las que dicho bien está amenazado”, apuntó. En segundo lugar, nos hacen desear el bien: “las virtudes hacen que nos enamoremos del bien, porque confieren una sintonía interior con ese bien”. En tercer lugar, permiten descubrir el bien concreto que se puede realizar en el contexto particular, particularmente la prudencia.
En cuanto a la relación entre mandamientos y virtudes, el ponente apuntó que “los mandamientos están al servicio de la maduración virtuosa del sujeto”, así como que “las virtudes salvan los mandamientos de su reducción a su aspecto meramente material”, permitiendo el arbitraje en el caso de conflicto de normas y recordando a los mandamientos que existen para hacer bueno al sujeto. A su vez, los mandamientos recuerdan a las virtudes la exigencia concreta del bien. Marco Panero recordó que la caridad es la madre, forma y motor de las virtudes, señalando que “necesita de la prudencia para dar forma a un acto que sea apropiado a las circunstancias particulares”. El ponente concluyó afirmando la necesidad de una visión no competitiva de la relación entre virtudes y mandamientos, donde la caridad tiene un papel primordial pero no absoluto y, por otro lado, que la maduración de una personalidad moral virtuosa es el verdadero vínculo entre caridad y mandamientos.

La siguiente ponencia, titulada La caridad, ¿forma de las virtudes y de los mandamientos?, fue impartida por Juan José Pérez-Soba, del Pontificio Instituto Teológico Juan Pablo II en Roma. Afirmó la necesidad de comprender todo lo creado desde la llamada inicial del amor. “Jamás podremos entender el amor como si fuera un tipo determinado de actos, pues es distinto de cualquier otra acción, porque es como el hombre encuentra su identidad, es la luz y no lo iluminado, una luz capaz de iluminar toda una vida”, señaló. Toma su fuerza del don inicial de Dios, que sólo puede alcanzarse por un último don suyo. La caridad, explicó Pérez Soba, da a las virtudes un fin nuevo, que es la unión con Dios. No es simplemente un fin que presenta sino al mismo tiempo un movimiento nuevo porque parte de una unión diferente: “el fin consiste en una unión afectiva nueva que está al principio”. La caridad da un vínculo afectivo, que tiene que ver con la gracia en una dinámica específicamente amorosa. El ponente explicó que debemos amar ordenadamente, eficazmente, perseverantamente, justa y santamente, siendo la santidad el elemento fundamental contenido en la manifestación amorosa de los mandamientos. Dios nos da las suficientes virtudes para que no nos separemos de Él, para que no caigamos en pecado: “nadie podrá decir que no tiene la virtud suficiente para no pecar, porque Dios se la ha dado”. Pérez Soba afirmó que la dinámica del amor tiene un valor de luz, camino y motor. La caridad es motor, sabiduría y sostén en la acción humana. Hay que incluir en ella el papel único de Jesucristo, que es “máxima sabiduría moral y el amigo que actúa en mí”. La caridad toma la figura desde Mateo 25, que es una parábola “difícil de interpretar, porque parece que todo se basa en un amor en el que bastaría un altruismo para justificarse”, pero Jesús se coloca “como si fuera alguien escondido”, queriendo decir que “lo has hecho conmigo y no te has dado en cuenta”, es decir, “yo estaba en ti y sólo así ha sido salvador”. La caridad remite siempre al origen, explicó. En el origen está Jesucristo porque se identifica también con cada uno.
La primera sesión concluyó con un momento para preguntas y diálogo con los ponentes por parte de los asistentes.

Raúl Sacristán fue el encargado de presentar la segunda sesión, que comenzó con la ponencia El camino de la ley, del Antiguo al Nuevo Testamento: ¿cumplimiento o superación?, impartida por Carlos Granados. Comenzó su intervención refiriéndose al pasaje de Génesis 2, 3, en el que se insiste en el “no comerás”, es decir, en la ley, no refiriéndose con claridad al amor. La lógica de la alianza es un don, una ley y una bendición o una maldición. Este texto da importancia a los silencios: la serpiente no les dice a Adán y Eva que Dios sea perverso, pero lo insinúa, como Dios no dice que ama pero por su comportamiento se sugiere. Dios no dice que ama, explicó Carlos Granados, “porque el hombre tiene que descubrirlo libremente, porque lo quiere decir antes con los gestos que con las palabras y porque el amor tiene que desvelarse plenamente al final, en el camino de la ley”. Un mandamiento inicial que ordenase amar a Dios, sin que se hubiera revelado el amor de Dios, hubiera significado una “horrible y arbitraria imposición”. También aludió a Romanos, 7, 1-6, que se emplea una metáfora esponsal y nupcial. Todo el desarrollo de Romanos 6, 8, que se refiere a la abundancia de la gracia, culmina en Romanos, 8, 35, hablando del amor. Concluyó con varios puntos: hay un camino de cumplimiento de la ley en el AT (una pedagogía de la ley en su camino hacia Cristo); el camino hacia el cumplimiento de la ley lo ofrece la sabiduría del Cantar, que permite que lo humano se exprese; el cumplimiento de la ley se abre camino por medio de la metáfora nupcial, que identifica un amor con su relación particular con el cuerpo y que tiene un elemento de libertad; el cumplimiento definitivo de la ley se da en el Cuerpo de Cristo.

Por último, tuvo lugar la ponencia La obediencia a la conciencia, discernimiento y el criterio último de moralidad, impartida por José Manuel Horcajo. “El discernimiento solo encuentra el orden de los bienes en y por las virtudes; no basta con discernir autónomamente, sino que la acción tiene que llevarse a cabo en conexión con el bien operable, y esto solo podría hacerse con la virtud correspondiente”, recalcó el ponente. No bastaría con estimar los valores en juego como si fuera una tensión entre un polo objetivo y un polo subjetivo. La acción solo se comprende desde dentro del sujeto que actúa según las virtudes. En palabras de José Manuel Horcajo, “lo que se discierne no es el acto externo sino el objeto intencional de la acción, que para que sea bueno necesita las virtudes”, es decir, que sin las virtudes no se comprende la acción desde su interior. Recalcó tres dimensiones del bien: bien propio, bien debido y bien relacional. Además, durante la ponencia explicó que el discernimiento es más que el juicio práctico de la conciencia pero no tiene lugar fuera de él. La conciencia no surge en el vacío sino que se despierta en una dinámica de comunicación corporal, que comenzó con el amor de la madre y se abre a otras personas, al mundo y a Dios. El ponente destacó que “la obediencia permite discernir, la unión con la voluntad de Dios, percibir el bien orientado al fin, los vínculos que obligan para no perder el amor, todo eso permite discernir cómo actuar en situaciones complejas y nos abre los ojos para juzgar con rectitud hacia la plenitud de la comunión”.
La segunda sesión concluyó también con un momento de diálogo entre los ponentes y los asistentes a la jornada.