Luces para vivir la pandemia
La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto la complejidad del tejido social de un mundo global en sus múltiples elementos. Hemos vivido con la impresión como si todas las piezas del puzle de la sociedad hubieran sido volcadas sobre la mesa, por la potencia del “terremoto” de la pandemia: sanidad, economía, educación, política, empresas, universidades, derecho, transportes, medios de comunicación, religión,… Si la sociedad es un cuerpo orgánico con diferentes partes, surge la pregunta por el principio intrínseco de unidad y cohesión social a partir del cual sea posible recomponer y reedificar la vida social.
La experiencia de finitud, de creaturalidad, de vulnerabilidad y fragilidad se ha hecho más patente y ha despertado preguntas sobre lo que verdaderamente es importante en nuestra vida, principalmente los vínculos que nos constituyen. El sufrimiento, la enfermedad, la muerte provocan siempre necesariamente cuestiones que tienen que ver con la trascendencia, con lo definitivo y absoluto en la experiencia humana. Los sacramentos han sido uno de los puntos relevantes de la crisis. Su ausencia, el sesgo virtual, y el peso “político” que han adquirido, son tres factores que provocan una reflexión, no solamente desde el ámbito de una Facultad de Teología. La celebración de la Eucaristía, del sacramento de la Reconciliación y de la Unción de enfermos estos días, han cobrado para mí singular hondura con una creciente conciencia del don que suponen.
Para nuestro trabajo universitario, quizás la pregunta más inquietante es qué papel juega Dios en el nuevo orden relacional, económico y político que se está delineando y redefiniendo. La preocupación de qué matriz teológica se está generando, y si la Iglesia ofrece una verdadera luz sobre el mundo que contribuya a generar una nueva época en que un diferente tipo de relaciones favorezca la comunicación del Espíritu de Cristo resucitado.
Juan de Dios Larrú Ramos
Profesor en la Facultad de Teología de la Universidad San Dámaso
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