Para mí es un tiempo de Dios, un tiempo para descubrir nuestra limitación y la grandeza del amor que Él nos tiene. Le doy muchas gracias porque en este tiempo me ha abierto los ojos –soy muy cabezota y me cuesta aprender-, me invita a encontrarle en los silencios de mi habitación y en la soledad del aislamiento, descubrirle en las realidades que evito constantemente –la enfermedad cuando pillé el virus, la muerte de un queridísimo sacerdote muy cercano, etc.-, comprender y vivir como hoy más que nunca está junto a mí y me sostiene. Y siempre le pido que me conceda la gracia de “contagiarme” de Él, de su alegría, de su presencia.
César Vázquez Rodríguez
Alumno de la Universidad San Dámaso